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Tioman (Malasia) mayo 2007

De Singapur a la frontera de Malasia tardamos alrededor de una hora, la cola para entrar no fue demasiado larga pero suficiente para mirarnos alrededor y descubrir muchos detalles que indicaban el paso desde un país del primer mundo a uno todavía en vía de desarrollo.

Las fotos de los reyes, las caras de los empleados y los pañuelos que cubrían las cabezas de todos los policías mujer señalaban claramente la cultura musulmana del país que íbamos a visitar.

Volvimos a subir al autobús y seguimos viajando otras tres horas hasta Mersing. Las calles volvieron a ser sucias y ruidosas, y el tráfico volvió a aquella locura que ya hacía parte de nuestras vidas cotidianas.

En el autobús empezamos a conversar con un señor alemán de mediana edad y acabamos explicando algunas anécdotas de nuestras experiencia en China. Una pareja de holandeses sentada un poco más atrás se introdujo en la conversación, sorprendidos por la similitud de los contradictorios sentimientos suscitados por nuestras vidas en lejano oriente. Ellos también llevaban más de un año viviendo en China.

Ya que no pudimos cambiar el dinero en la frontera, antes de embarcarnos para la isla de Tioman decidimos buscar un Banco, todos estaban cerrados así que sin éxito ententamos sacar dinero con la visa.
La pareja de holandeses nos sacó de un apuro cambiándonos unos cuantos Euros en Ringgits.

Finalmente cogimos el barco y en un par de horas llegamos al primer puerto de la isla de Tioman. No había tenido tiempo de buscar información y según lo que un amigo singaporeno me había contado me esperaba una isla pequeña donde poder ir andando a todas partes. Sin embargo había muchos puertos y de prisa teníamos que decidir en cuál bajarnos.

Decidimos seguir los chicos holandeses y bajamos en el último puertecito al norte de la isla. Antes de llegar habíamos pasado por muchos sitios atractivos, con acogedoras calas de arena blanca rodeadas por una vegetación tropical asombrosa.

Cuando llegamos a nuestra destinación pensé que nos habíamos equivocado dejando atrás sitios más acogedores, así que en mi cabeza pensé que quizás en un par de días volveríamos atrás.

Paramos en el primer Resort y los precios nos parecieron más caros de lo esperado. En el jardín entre los bungalow había un grupo de monos en busca de comida. Los observé divertida mientras el empleado nos enseñaba las habitaciones que quedaban disponible. Hacía un calor insoportable.

Mauro fue a dar una vuelta para ver si otros Resorts ofrecían mejores precios. Yo me quedé con las mochilas al lado de un riachuelo, rodeada por iguanas gigantes que imperturbables seguían su rutina diaria.

Finalmente no muy convencidos nos quedamos en el primer Resort y al cabo de unos día nos mudamos a otro más barato, más bonito y justo delante de nuestra playa preferida. Era el final de la primera semana de Mayo y los día festivos se habían acabado, así que los bugalows empezaban a vaciarse y los precios se volvían razonables.

Las aguas esmeraldas de ensueño, la rica vegetación, los monos, las iguanas y un mundo submarino espectacular apaciguaron mi curiosidad irrefrenable de descubrir siempre más y me convencieron que esto era el lugar que tanto buscábamos.

Durante el día las playas estaban prácticamente vacías, solo ocupadas por cuatro guiris occidentales ávidos de sol y tranquilidad. Pasamos días en las sombras de vertiginosas palmeras leyendo y disfrutando de la naturaleza. A dos pasos teníamos todo lo que podíamos necesitar, una tiendecita de alimentos. un buen restaurante que no nos hacia faltar de nada desde batidos de fruta hasta la cena
y a pocos metros de la orilla, hermosos corales y peces colorados de distintas formas y tamaño que nos ofrecían espectaculares coreografías.

Sin embargo, con la puesta de sol las playas tomaban vida y decenas y decenas de malasio entraban en agua, vestidos de capo a pie.

El primer día cuando los vimos preparase no podíamos creer que iban a meterse al mar con tanto de tejanos, cinturones y pañuelos, pero sí, así es su cultura, y ¨yo que había perdido una semana para comprarme un bikini!¨

Como todo paraíso Tioman también escondía sus peligros, sandflyes, mosquitos, 5 pesces enormes metidos por equivocación en aguas poco profundas, un malintencionado pezecito azul y un mono cabreado intentaron sin éxito atacar mi incolumidad.

A pesar de ello dejamos con un poco de tristeza aquel lugar. Las vacaciones se habían acabado y teníamos que volver a Singapur para coger el avión de vuelta a Guangzhou.

Informaciones Útiles

Cada mañana, alrededor de la 6h, desde Golden Mile Tower, en Singapur, sale un autobús que te lleva diractamente a Mersing, donde te pudes embarcar para Tioman. No recuerdo el precio, pero muy razonable.

Nosotros bajamos en el puerto de Salang Village, el último al norte.

Recomedamos el Salang Sayang Tioman Resort, delante de nuestra playa preferida, alerededor de 7 € para dos en un acogedor bungalow de madera, sin aire acondicionado. Se pueden encontrar de más baratos pero más lejos y naturalmente de más caros adonde quieras.

Podéis reservar contanctando la señora Pisa al TEL. 09-4195020 FAX 09-4195019

info@salangsayangtioman.com