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El monje Xuanzang (600-664) de la dinastí­a Tang

Su nombre real era Chen Mingwei.

Hace muchos, muchos años, vivía un monje adolescente en un templo de la montaña. Sus tareas diarias consistí­an en limpiar el patio de su templo al despuntar cada mañana, acarrear el agua y, después de sus clases matutinas de escritura, ir a comprar artí­culos de uso diario en la ciudad distante, que se levantaba detrás del templo, tras recorrer un sendero rocoso.

Monjes Chinos

En cierta ocasión, el pequeño monje descubrió que otros compañeros de su edad también eran enviados al pueblo para hacer compras, pero su destino era un pueblito ubicado a poca distancia de la entrada del templo, al cual se llegaba por un camino pavimentado. Picado de curiosidad, preguntó al abad: ¿Por qué otros novicios tienen un trabajo más fácil que yo? El abad sonrió, pero no contestó.

Un dí­a, algunos monjes jóvenes fueron enviados a la tienda del poblado cercano. Ese mismo dí­a al mediodí­a, el monje joven regresó de la ciudad detrás del templo, pasando por el consabido sendero empedrado que cruzaba la montaña y con un saco de arroz sobre los hombros. El abad le condujo a la puerta delantera del templo, y allí­ juntos esperaron hasta que a la caí­da del sol los otros monjes jóvenes regresaron, cargados de bolsas de la sal. El abad les dijo: Ustedes salieron esta mañana. La ciudad está próxima y el camino es llano. ¿Por qué han demorado tanto?

Uno de ellos contestó: Charlamos y paramos aquí­ y allá­ a lo largo del camino, para disfrutar de la vista del paisaje. Y otro agregó: Como de costumbre. El abad se dirigió entonces al pequeño monje a su lado y le dijo: La trayectoria detrás del templo es difí­cil, la ciudad distante, y tu llevabas una carga pesada. ¿Cómo conseguiste llegar tan temprano? El muchacho contestó: Cada vez que bajo de la montaña, hago mi mayor esfuerzo para volver cuanto antes, pero necesito pisar con cuidado si quiero viajar rápidamente con una carga tan pesada. Con los años, he desarrollado el hábito de pensar solamente en mi destino, y no en el camino bajo mis pié. El abad sonrió y dijo: Un camino llano distrae a las personas de su misión, pero un camino áspero consolida su voluntad.