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Jardines hechos con alma

Cuando se visita Suzhou no hay que ser impaciente. A diferencia de Versalles, donde una sola ojeada basta para captar el esplendor del palacio y del parque, los jardines de Suzhou se esconden en callejuelas estrechas como las damas en su camarín.

Al entrar en un jardín se puede incluso experimentar cierta decepción: ante uno se extiende una larga galería en zigzag que puede parecer poco interesante. Se llama “la avenida sinuosa que conduce a la belleza serena”, y es un elemento fundamental en la arquitectura de jardines. Pero pronto, del otro lado del muro, un retazo de jardín le guiña a uno el ojo a través de las filigranas de una ventana esculpida. Árboles y pérgolas se dibujan en lontananza… Unos pasos más y, en el primer recodo, un magnífico jardín se ofrece a la vista.

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Otra regla a respetar es “cambiar de paisaje a cada paso”. Este se va modificando a medida que uno avanza para evitar la impresión de repetición y monotonía. Con tal fin se construyen paredes con ventanas esculpidas que dividen el jardín en varias unidades, pero sin impedir la visión de conjunto. Los ojos no tienen un momento de descanso en los jardines de Suzhou.

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En cada recodo hay una nueva sorpresa, ya sea una roca, un penacho de bambú o un banano. Cada parcela de tierra es como un cuadro admirable. Un ángulo muerto sería aquí una pincelada fallida.

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Esta manera de recortar el espacio por medio de puertas, ventanas, galerías, rocallas o arroyos es lo que produce la impresión de una naturaleza en pequeña escala y el efecto que nosotros llamamos “un vislumbre de la grandeza a través de la miniatura”.

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Lu Wenfu, novelista chino residente en Suzhou.